La fórmula “Sheinbaum” o la construcción de un híbrido
No se trata de crear nuestro propio México first, sino de actuar en función del interés de la mayoría de los mexicanos y no sólo de aquellos que pudieron beneficiarse de la integración.
Entre el estupor provocado por el mazazo de las tarifas de Donald Trump y las represalias en las que se debaten las muchas naciones afectadas, México parecería ser el único país que ha aprovechado las circunstancias para ofrecer una salida hacia adelante. Menos de 24 horas después del drástico planteamiento de Trump, la Presidenta Claudia Sheinbaum presentó el jueves pasado un programa de 18 puntos, que en conjunto constituyen una alternativa frente al mundo globalizado que está terminando y el caos indefinido en el que ahora navegamos.
Las medidas de la Casa Blanca ponen fin al modelo económico planetario que dominó durante casi cuatro décadas. El fin de la globalización como la conocimos y el surgimiento de un nuevo (des) orden, confuso e incierto entre otras cosas porque el protagonista del cambio es un hombre tan contradictorio como Trump. La mayor parte de los dirigentes se debaten entre la incredulidad, las ventajas y desventajas de las represalias y la defensa de lo que pueda salvarse. Sheinbaum decidió utilizar el desafío de Trump al mundo como una oportunidad para construir otra cosa.
En realidad, su estrategia tiene dos dimensiones. Por un lado, proteger “la integración” hasta donde sea posible para defender la planta productiva y los empleos vinculados al libre comercio. Se estima que un tercio de los trabajadores con un empleo en la economía formal están vinculados directa o indirectamente al T-MEC. Y, en ese sentido, nada que reprochar a la actitud responsable, paciente y digna para sobrellevar las relaciones con el nuevo Gobierno de Washington en materia de seguridad, migración, comercio o geopolítica. Cuánto mérito personal tiene la actitud de Sheinbaum en las favorables condiciones que consiguió México respecto a otros países, es asunto que puede debatirse. Pero es evidente que ha jugado las cartas de manera correcta.
Sin embargo, es la segunda parte de la estrategia la que en verdad importa. Como en una táctica de judo, la Presidenta está utilizando la agresión de Trump contra el modelo que terminó integrándonos a Estados Unidos, como un impulso para construir un nuevo modelo. Un esquema híbrido que consistiría en aprovechar al máximo la cercanía con el principal mercado de consumo del mundo y, al mismo tiempo, construir las bases para un crecimiento interno mejor integrado y equilibrado, que disminuya nuestra vulnerabilidad frente al exterior.
Eso es justamente el llamado Plan México, que ya había sido delineado semanas antes. Lo que sucedió el jueves es un aceleramiento aprovechando las circunstancias propicias. Los puntos nodales de esta batería de programas podrían centrarse en cuatro ejes.
1.- Autosuficiencia estratégica. La búsqueda de soberanía en dos aspectos clave: alimentos y energía. Ello es fundamental porque los nuevos proteccionismos han dejado súbitamente expuestos a los países dependientes. Un desabasto de energía o de granos nos convierte en rehenes absolutos de cualquier chantaje y en víctimas pasivas de todo imponderable. Lo vimos durante la pandemia; a la hora de las decisiones difíciles las potencias actúan de manera egoísta. Los depósitos de gas o gasolina y diésel procedentes del exterior apenas permitirían una semana de consumo; en materia de cereales andamos por las mismas. Un país que se precie, en el incierto mundo al que nos encaminamos, no puede permitirse ser tan vulnerable.