En su primer discurso como jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada miró primero a su derecha, donde se encontraba su predecesora en el cargo, Claudia Sheinbaum. La nueva presidenta mexicana se ahorró las dos primeras horas del acto de investidura en el Congreso local y llegó justo a tiempo para el discurso de su predecesora, que empezó con un guiño a sus seis años al frente de la capital: “Ella tomó la frivolidad y la corrupción y la transformó en una ciudad de innovación y de derechos”.
La herencia de Sheinbaum atravesó toda la intervención de Brugada, las dos mujeres del mismo partido, Morena, que escenificaron su sintonía al mando de las dos plazas con más poder del país.
Brugada también multiplicó las referencias a la tradición progresista de la capital mexicana, vanguardia en avances sociales como el aborto o el matrimonio igualitario.
Los derechos de las mujeres tuvieron, como no podía ser de otra manera, un papel central. “La revolución pendiente es la revolución de las mujeres”, lanzó la jefa capitalina desde la tribuna, donde dibujó la líneas maestras de su programa, con especial atención al combate a la pobreza, la seguridad, el agua o la movilidad.